Cuando estaba náufrago en el gran oceano de mis sueños, apareciste.
Sin darme cuenta estabas ahí y temi que fueras como una brisa matutina, fugaz,
Pero estabas y sentir la calidez de tu mano me privo de las inquietudes que acongojaban mi corazón.
Mi realidad fue desplazada y el silencio por haber coincidido fue todo menos inoportuna.
El suspiro que mi cuerpo me exijía me hizo volver a mí.
No dudé en tomar tu mano por miedo a que te desvanecieras.
Mi corazón se sintió tan grande cuando sentí tu mano tomar la mía.
Fue tanta mi bonanza que no me percate como fue que llegaste a mis brazos.
Agradezco a los menesteres que rodean a los sueños porque se que mi valentía es poca para llegar a tal situación.
Situación que siempre anhele y que estaba dispuesto a dar todo por qué sea eterno en ese momento.
Tu gentil abrazo, tu calidez, tu sonrisa que hizo que mi alma quisiera salir de mi y mezclarse con el universo.
Todo aquello que creí perfecto que había visto no se compraba en ese momento a lo bello que fue tenerte a mi lado.
Y aunque abrir los ojos me hizo recordar que fue solo un sueño no fue lo suficiente para estropear mi día o los demás días porque,
Desde entonces cierro los ojos esperando encontrarnos y aunque no fuese así se que siempre estarás en ese momento.
Esa anécdota donde pude ver el cielo, donde tu sonrisa y toda tú se convirtieron en mi tesoro más preciado son las pocas cosas que me permiten disfrutar de mi vida.
Comentarios
Publicar un comentario